A manera de prólogo: «Hasta última hora la fantasía y el ritmo…»

Cuando surgió la idea de un libro de ensayos sobre su obra, que incluyera algún texto inédito, alguna entrevista y una amplia documentación bibliográfica, Reinaldo Arenas fue el primero en acogerla con entusiasmo. Aunque todos sabíamos, en aquel diciembre de 1989, que el autor cubano estaba gravemente enfermo, no perdíamos la esperanza. No sospechábamos que apenas un año más tarde, durante otro invierno norteamericano, Reinaldo Arenas iba a poner punto final a su vida, a su obra. Murió así, como se dijo en una necrología de aquellos días (Reynaldo 1990), “el más exiliado de los escritores” y tal vez “el más exiliado de los cubanos” en su destierro neoyorkino.

En una carta fechada el 29 de noviembre de 1990, pocos días antes de su muerte, Reinaldo Arenas me confirmó una vez más que podría utilizar, para el libro ya en plena preparación, los textos inéditos que yo escogiera. Fue la última carta que recibí de él. Venía en un sobre que conservo, con sellos que mostraban dos árboles de navidad. ¿Pura coincidencia? En su autobiografía aún inédita, Antes que anochezca, había descrito los sentimientos que evocaba en el muchacho de un pueblo perdido cerca de Holguín la voz de su abuelo cuando pronunciaba la palabra «Pascuas»:

Cuando pronunciaba aquella palabra lo hacía con una risa nada frecuente en él y en aquella palabra estaba contenida toda la alegría del mundo. (Ms, 61)

En medio de su desarraigo, de su desesperación, de su desamparo – y en sus Meditaciones de Saint-Nazaire, hablando de su generación, precisó que “nuestra tradición es el desamparo” (54) -, vibraba siempre su humor, y toda la alegría del mundo. Mantuvo, como reza el final de Otra vez el mar (418), “hasta última hora la fantasía y el ritmo…”

La realización del libro que me toca presentar aquí ha sido posible gracias a la generosidad de los amigos de Reinaldo Arenas encargados de la publicación de sus textos inéditos. Quisiera agradecer especialmente a Liliane Hasson y a Roberto Valero por su amplia y desinteresada colaboración en este sentido. Por otra parte, doy las gracias a Andrea Pagni, por su importante ayuda en la corrección estilística de las pruebas, a Karl Kohut, por la acogida del libro en esta colección, y a muchos amigos en Alemania, Suiza y en los Estados Unidos que respondieron a mis deseos de información aportando muchos detalles de la vida y obra de Reinaldo Arenas. Por ende, este libro es producto de una colaboración fructífera entre investigadoras e investigadores tanto de este como del otro lado del Atlántico.

Con la trágica muerte de Reinaldo Arenas, el trabajo para este libro (cuya idea había surgido precisamente en una conferencia dedicada al humor en la obra areniana) se convirtió, para algunos de nosotros, en un reencuentro con el autor desaparecido, en un reencuentro con su voz grabada, en un reencuentro con su memoria. Por eso, daré primero la palabra a su escritura, a unos extractos de su autobiografía inédita que considero fundamentales para la comprensión de su vida y de su obra, y a sus «señales de vida», recogidas en tres entrevistas y un testimonio que echa luz sobre los últimos tiempos del escritor. Seguirán después cuatro estudios críticos y una amplia bibliografía. Así, este libro tratará de ofrecer al lector un panorama múltiple de la obra de Reinaldo Arenas que ojalá intensificará aún más la lectura y el estudio de sus textos tanto en América como en Europa.

Desconozco el grado de autenticidad de una frase que el autor cubano habría pronunciado (cf. Alvarez Bravo 1990b) acerca de las consecuencias que su muerte iba a tener para su obra literaria: “Mi muerte haría que mi obra se difundiera más, porque después de muerto a uno le perdonan los defectos.” Pero sí conozco un texto ficcional suyo en el que Arenas, con toda la alegría del mundo, da la palabra a unos “editores”, allá por el año 2025:

En cuanto a Reinaldo Arenas […], se trata de un escritor justamente olvidado que se dio a conocer en la década del sesenta durante el pasado siglo. Efectivamente, murió del SIDA en el verano de 1987 en Nueva York." (Viaje a La Habana, 75s.)

En cuanto al reconocimiento del valor literario de Reinaldo Arenas, reconocimiento que este libro tratará de explicar y subrayar, se equivocarán estos ficticios editores, como se equivocaron, afortunadamente, con respecto a la fecha de su muerte. Durante su vida atormentada, la escritura de Reinaldo Arenas se desarrolló siempre nutrida y a la vez perseguida por la memoria. Pero la memoria, «después que anocheció», tampoco se olvidará de su escritura.

Wintershof, 18 de junio de 1991
Ottmar Ette